2 Peter 2

Los falsos doctores

1Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, así como entre vosotros habrá falsos doctores, que introducirán furtivamente sectarismos perniciosos, y llegando a renegar del Señor que los rescató, atraerán sobre ellos una pronta ruina
1 ss. Todo el capítulo segundo, que muestra notables semejanzas con la Epístola de S. Judas, es una tremenda denuncia contra los falsos doctores que reemplazan a los falsos profetas del Antiguo Testamento, porque como ellos hablan con “razones inventadas” (v. 3; cf. Jr. 23, 16 y 21); como ellos “se apacientan a sí mismos” (Ez. 34, 2 ss.) “haciendo tráfico” de las ovejas (v. 3); como ellos sustituyen a Dios (Jr. 23, 27) renegando del único Salvador (v. 1) para presentarse ellos como tales (cf. 2 Ts. 2, 3 ss.). Y como serán “del mundo”, muchos los seguirán (v. 2; cf. Jn. 5, 43; 7, 7; 15, 19) y el camino de los verdaderos discípulos de Cristo será infamado (v. 2; cf. Jn. 16, 1 ss.). Véase 1 Tm. 4, 1 ss.; 2 Tm. 3 ss. Cuya ruina, etc.: El destino del falso profeta es el mismo del Anticristo y de Satanás (Ap. 20, 9).
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2Muchos los seguirán en sus disoluciones, y por causa de ellos el camino de la verdad será calumniado. 3Y por avaricia harán tráfico de vosotros, valiéndose de razones inventadas: ellos, cuya condenación ya de antiguo no está ociosa y cuya ruina no se duerme.

Ejemplos de la justicia divina

4Porque si a los ángeles que pecaron no los perdonó Dios, sino que los precipitó en el tártaro, entregándolos a prisiones de tinieblas, reservados para el juicio
4. Los ángeles que pecaron por su orgullo fueron arrojados del cielo (Judas 6). No hay que confundir este pasaje con la escena descrita en Ap. 12, 7 ss., la cual tiene sentido escatológico. Cf. Jb. 4, 18. Reservados para el juicio: cf. 1 Co. 6, 3 y nota; 1 Pe. 3, 19.
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5y si al viejo mundo tampoco perdonó, echando el diluvio sobre el mundo de los impíos y salvando con otros siete a Noé como predicador de la justicia
5. Véase Gn. 7, 1; 8, 18. El viejo mundo : el mundo antediluviano, en que el patriarca Noé predicaba con su ejemplo y sus exhortaciones (Gn. 6, 1 ss.; cf. 1 Pe. 3, 19 s.; Hb. 11, 7), Noé es llamado el “octavo” porque estaban con él siete personas (Gn. 7, 7). Cf. 1 Pe. 3, 20; Judas 14.
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6y si condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, tornándolas en cenizas y dejando para los impíos una figura de las cosas futuras
6. Véase Gn. 19, 25; Judas 7.
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7mientras que libraba al justo Lot, afligido a causa de la vida lasciva de aquellos malvados — 8pues este justo, que habitaba entre ellos, afligía día por día su alma justa al ver y oír las obras inicuas de ellos— 9bien sabe entonces el Señor librar de la tentación a los piadosos y reserva a los injustos para el día del juicio que los castigará
9. Véase Ga. 5, 21 y nota.
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10sobre todo a los que en deseos impuros andan en pos de la carne y desprecian el Señorío. Audaces y presuntuosos, no temen blasfemar de las Glorias (caídas)
10. El título de Señorío corresponde a Dios y a Cristo (Ap. 11, 15). Las Glorias son los ángeles caídos (Judas 8) a los cuales, como aquí vemos no hemos de maldecir, pues Dios se reserva el juzgarlos (v. 4 y nota). Véase Judas 9 y nota. Según el v. 11 s. los ángeles buenos dan a estos presuntuosos doctores una lección de humildad y caridad (Judas 10).
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11en tanto que los ángeles, siendo mayores en fuerza y poder, no profieren contra ellas juicio injurioso delante del Señor.

Corrupción de los falsos doctores

12Pero ellos, como las bestias irracionales —naturalmente nacidas para ser capturadas y destruidas— blasfemando de lo que no entienden, perecerán también como aquellas, 13recibiendo su paga en el salario de la iniquidad. Buscan la felicidad en la voluptuosidad del momento; sucios e inmundos, se deleitan en sus engaños, mientras banquetean con vosotros
13. “Es realmente asco lo que siente Pedro al pensar en esos servidores arrogantes” (Pirot). El salario de la iniquidad o soborno que el mundo ofrece por ella (v. 15) es la terrible sentencia que anuncia Jesús cuando dice que “ya tuvieron su paga” aquí abajo (Mt. 6, 5 y 16; Lc. 16, 25 y nota). Véase también el castigo que S. Pablo señala en 2 Ts. 2, 10 ss.: la ceguera soberbia que los arraigará en el error para llevarlos a la perdición final como a los fariseos enemigos de Cristo (Jn. 12, 40; Hch. 28, 26 y nota).
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14Tienen los ojos llenos de la mujer adúltera y no cesan de pecar; con halagos atraen las almas superficiales; y su corazón está versado en la codicia; son hijos de maldición
14. “Los fieles deben reaccionar contra la seducción de los falsos doctores, so pena de sufrir una cruel desilusión cuando después del período de agitación febril en que les despiertan todas las esperanzas, se encuentran fríamente ante el vacío doctrinal” (Charue). Cf. v. 17 ss.
15que, dejando el camino derecho, se han extraviado para seguir el camino de Balaam, hijo de Beor, que amó el salario de la iniquidad
15 s. El camino de Balaam semejante al de Simón Mago (Hch. 8, 9 ss.) fue querer valerse del don de Dios para ventaja propia. Amó el salario de la iniquidad, o sea los grandes honores y regalos que el rey Balac le ofrecía para que maldijera a Israel (Nm. 22, 17 y 38; 24, 11). Dios no le permite hacerlo y aun le prohíbe ir al rey (Nm. 22, 12), mas en cuanto le da permiso (ibíd. 20) él, sin desconfiar de sí mismo ni huir la ocasión del pecado muestra su deseo de ir a halagar al poderoso, al extremo de que castiga cruelmente a la burra que reprimió el extravío del profeta (v. 16) y cuya marcha detenía el ángel (ibíd. 22 ss.) para apartarlo de su propósito (ibid. 32 ss.). A pesar de sus declaraciones de fidelidad, Balaam conserva sus mundanos deseos en el fondo de su corazón, y, como no puede satisfacer directamente al rey maldiciendo a Israel, encuentra, en su elástica “doctrina” (cf. Ap. 2, 14) otro modo de complacerlo y así, no obstante la admirable profecía que Dios acababa de inspirarle sobre los destinos mesiánicos de Israel (Nm. 24, 3 ss.) y antes de pronunciar otra aún más admirable sobre el triunfo de Cristo (ibid. 15 ss.), promete y da a Balan el pérfido “consejo” (ibid. v. 14) con el cual hizo corromper a Israel (Nm. 25, 1; 31, 16) y provocó la santa reacción del sacerdote Fineés (ibid. 25, 6 ss.). Sobre el error de Balaam, véase Judas 11 y nota.
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16mas fue reprendido por su transgresión: un mudo jumento, hablando con palabras humanas, reprimió el extravío del profeta.

Seducción de los falsos doctores

17Estos tales son fuentes sin agua, nubes impelidas por un huracán. A ellos está reservada la lobreguez de las tinieblas. 18Pues profiriendo palabras hinchadas de vanidad, atraen con concupiscencias, explotando los apetitos de la carne a los que apenas se han desligado de los que viven en el error
18. “A los que aún no son espirituales fácil es cautivarlos por una espiritualidad sentimental en que la carne se disfraza de espíritu”. Cf. 1 Co. 2, 14; 3, 1.
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19Les prometen libertad cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, pues cada cual es esclavo del que lo ha dominado
19. Les prometen libertad: la libertad del espíritu, la que nos libra tanto de los lazos del mundo cuanto de nuestro propio afecto al pecado; es la que Jesús enseña y ofrece en Jn. 8, 31. Cf. Jn. 8, 34; Rm. 6, 16 y 20.
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20porque si los que se desligaron de las contaminaciones del mundo desde que conocieron al Señor y Salvador Jesucristo se dejan de nuevo enredar en ellas y son vencidos, su postrer estado ha venido a ser peor que el primero
20. Grave enseñanza espiritual que puede aplicarse a todos, pues concuerda con la de Mt. 12, 45. Cf. Hb. 6, 4.
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21Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que renegar, después de conocerlo, el santo mandato que les fue transmitido
21. El camino de la justicia: el de la salvación por Cristo. Los primeros cristianos llamaban a la vida de fe el “camino” como se ve en 2, 2; Hch. 9, 2, etc., y especialmente en la Didajé, el primer libro de la era de los padres apostólicos, donde la doctrina cristiana se explica bajo la imagen de dos caminos: el camino de la vida y el de la muerte.
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22En ellos se ha cumplido lo que expresa con verdad el dicho: “Un perro que vuelve a lo que vomitó” y “una puerca lavada que va a revolcarse en el fango”
22. Véase Pr. 26, 11. “Advierte qué horrible comparación es la que hace de estos el Apóstol” (S. Agustín).
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